divendres, 21 de març del 2014

Voces

Una vez me preguntaron como estaba. Les dije que bien y no mentía. Quizás es esa la diferencia. Que ahora miento. Se han resuelto muchas cosas, pero otras siguen ahí y parecen no resolverse nunca. Porque siempre van a estar ahí. Todas las voces. Todas y cada una de ellas.  Van a estar gritándome siempre. Gritándome lo que nunca quiero oír. Y aunque gritan muy fuerte, solo las oigo yo. Las oigo, las creo y las odio. Me agobian, me estresa y  me hunden. Se meten en mi cabeza para quedarse y recordarme lo que soy y odio ser. Todo mi exterior y todo mi interior. Nunca pararán. Nadie puede oírlas, y eso es lo peor, que nadie más puede escucharlas, únicamente yo. Mi cabeza. Ni yo ni nadie podrá callarlas nunca, o al menos de eso estoy convencida. Y es que ya estoy acostumbrada. Gritan cada día. Cada hora. Cada segundo. Cada bocado. Cada plato. Y es que ya no hay noche sin llanto. Ni día sin voces.
Pocas cosas me hacen feliz, y aunque estoy rodeada de cosas y gente felices me siento aislada. Aislada de la gente. Aislada de la realidad. Si, de la realidad. Porque no me gusta la realidad, mejor dicho, mi realidad. Mi desastre de realidad. Eso es, un desastre.

Un desastre imposible de ordenar.

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