diumenge, 27 de juliol del 2014

01/06/2013

Lo vi, era como mi pesadilla favorita. Las malas lenguas hablaban de él como de un idiota que se aprovechaba de cualquiera. Decidí no escucharles. Sus ojos, verdes esmeralda, miraban desafiantes, me calaban dentro. Y esa sonrisa ladeada, sabía como utilizarla, me miraba y se reía, pero no del todo, solo dejaba ver un poco de sus dientes, y cualquier chica imaginaba a estos en su propio cuello. Desde luego, ni la droga más cara podía hacerte soñar tanto como su sonrisa ladeada. No era gran hablador, hablaba lo justo y necesario para encandilarte con su voz. Tenía una actitud más bien distante y fría, no prestaba atención a nada que no le interesase. Y nunca le vi agarrado de una mano, nunca le vi unir sus labios con otros. En ese momento solo sabía su nombre, y en mis más remotos pensamientos juntaba nuestros apellidos, como si alguien pudiese llevarlos, y me di cuenta, que sonaban fatal, pero para mi sonaban perfectos. Solo estaba segura de algo en ese momento, estaba perdida por el, y me perdía en su forma de reír y de fumarse un cigarro, cuando el humo se mezclaba con su risa. También estaba segura de que seguramente nunca podríamos compartir ese humo, porque yo no estaba hecha para el, y el seguramente ya lo compartía con otra. Hasta que un día, comprove que no estaba en lo cierto, y que esa sonrisa de la que todos hablaban encajaba a la perfección con la mía. Y que nuestros apellidos, seguían sonando fatal, pero eso ya no nos importaba lo más mínimo. Porque no pensamos nunca en el día en que se tuviesen que juntar, solo pensábamos en juntarnos nosotros y juntar esas sonrisas tan encajables entre ellas.

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